Puse el grito en el cielo.
El desconocido me arrastró apenas se detuvo el tren en
Avellaneda.
Yo ,con los piés aletargados veía todo como a través de una
neblina.
Tenía tanta fuerza que me rendí, me dejé llevar.
Mucho antes, en el banco del andén , dibujé un caminito de
hormigas sobre la tierra reseca y tuve ganas de recorrerlo de ser chiquita…
Pero la lluvia se lo llevó por completo y me trepé a las
escaleritas del furgón.
El desconocido estaba al lado de un improvisado coro de
alemanes hippies que cantaban dando saltitos alguna canción de vaya saber que
aldea…
Empecé perder pié y me senté en el suelo. El coro iba
levantando sus voces y hasta el guarda se acercó a ver que pasaba, no me vió,
tampoco a él.
Pensé en la cámara ,en mis zapatillas ,en mi mamá…
Antes de poder gritar, estaba volando .
Él se había agarrado a mi cintura ,empujando hacia afuera
,riendo a carcajadas.
A que no conocés ésta estación? – me dijo al oído…
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